miércoles, 24 de octubre de 2012

Uno nunca sabe lo que le espera

Día 64 (24 de octubre de 2012)

La Real Academia Española define la palabra “viajar” como “trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción”. Definitivamente no es la definición que me esperaba… porque no te explica qué sensación vas a tener cuando tu primer avión despegue, no te explica  que por muy lejos que te desplaces, llegarás a entender que lo único que te separa entre la gente que quieres y tú son kilómetros… y tampoco te explica que inconscientemente tu mentalidad está a punto de experimentar lo que yo llamo el “efecto paracaídas”: sólo funciona si se abre.

Si me preguntasen acerca del Erasmus – o en mi caso “acuerdo bilateral” – antes de venir, lo hubiera definido como unos cuantos meses continuando tu carrera fuera de casa, conociendo gente nueva y sitios nuevos. En gran parte es así. Sin embargo, cuando llevas un tiempo fuera de casa te das cuenta de que de ese primer pensamiento ya no queda nada. No tenía ni idea…

La teoría todos nos la sabemos, comienzas planteándote una serie de tópicos que has escuchado alguna vez: al principio te costará soltarte con la lengua, echarás de menos a tus amigos y tu familia, etc. Y es así como por una milésima de segundo te llegas a convencer de que habiendo estado una semana en Berlín de viaje de fin de carrera ya cuentas con “algo” de experiencia”. Pobre iluso, de verdad.

Lo que no sabes es la impotencia que llegarás a sentir a tan solo 8 días de tu llegada, cuando ya no quieras ni preguntar por la dirección de una calle porque te has resignado a la idea de que el francés que se habla en Québec no es lo tuyo y jamás lo llegarás a entender. Callarse nunca fue la mejor opción, nunca fue una opción. Pero aún no lo sabes. Tampoco sabes cosas como que hay gente en tu universidad que cursa su quinto año fuera de casa combinando los estudios con 3 empleos porque tiene que encargarse de sus hermanos y en su país de origen no cuenta con oportunidades para hacerlo, mientras que tú echas de menos a tus amigos por estar 4 meses estudiando fuera de casa.  No lo sabías. Y no sabes que te vas a encontrar con gente, que con tu misma a edad, ya ha vivido un año en India, seis meses en Chile y otros tantos meses en Croacia, Cuba y México, mientras que tú crees tener algo de experiencia fuera de casa porque “has estado una semana en Berlín”. Y eso tampoco lo sabías.

Hay cosas que no se saben y no te vienen en la guía del viajero. Hay que estar aquí para verlo, entenderlo y saberlo. Porque como dice el conferencista y escritor Dan Millman, “conocimiento no equivale a sabiduría la sabiduría consiste en hacerlo”.
Y no hay que tener miedo por el efecto de las decisiones. Siempre piensas en la gente que dejas aquí y si las relaciones serán iguales. Sinceramente no sé lo que me voy a encontrar cuando vuelva, ni qué me espera, pero habiendo estado sólo un mes aquí, lo que sí sé es quién me espera. Y eso para mí, siempre ha sido suficiente…  

Al final, vuelves y te das cuenta de que ni la gente ni el sitio han cambiado, todo es igual. Es ahí cuando te enteras de que el que ha cambiado has sido tú. Por eso yo apuesto por los buenos recuerdos, no las buenas decisiones.

Personalmente, lo más importante en este tipo de viaje creo que es la actitud con la que te enfrentas a él. No quiero hacer pensar que quien decide emprender esta aventura de repente, se le abren los ojos y se da cuenta de las cosas. Ya que al final uno aprende todo cuanto esté dispuesto a aprender. Lo único que hay que hacer es abrirse, escuchar y crecer. Así cada día podría ser extraordinario.

Así que para la gente que necesite salir, tomar el aire y recordarse quién es y quién quiere ser, definitivamente esto, es algo por lo que recomiendo pasar una vez en la vida, y cuanto antes lo hagas mejor.

Tú mueves…  






Porque lo bueno apenas cuesta dinero



Artículo publicado el pasado sábado día 13 en el suplemento ON de Grupo Noticias.

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